Ella tenía 6 años cuando la abofeteo un niño de su salón por recortar su caja de Zucaritas, tenía 8 cuando se calló de sentón delante de sus amigas al ir corriendo, recuerda el golpe y recuerda la pena. Ella tenía 12 años la primera vez que tuvo cólicos y la primera vez que manchó su falda de rojo. Ella tenía 17 años la primera vez que la besaron, recuerda el lugar, el beso, la camioneta, el campo y los ojos de aquel muchacho que en esa época parecían salidos de otra galaxia (C).
Ella tenía 17 cuando bailaba 5 horas seguidas y se presentó en un teatro lleno de gente, recuerda los aplausos y no recuerda el cansancio.
Ella tenía 22 años la primera vez que alguien recorrió su cuerpo, recuerda el olor, los ojos, las manos y el lugar, y aun recuerda las sensaciones.
Ella tenía 23 años la primera vez que se enamoró, y la primera vez que lloró por un novio, recuerda el lugar, las palabras, el llanto, las razones que nunca entendió pero que descubrió después.
Ella tenía 25 años cuando probó el mezcal, recuerda el sabor, la sensación, el lugar y no mucho las palabras.
Ella tenía 26 años cuando siguió a un Médico hasta su pueblo, recuerda el lugar, las estrellas, las palabras pero no recuerda por que se fue.
Ella tenía 28 cuando cruzó todo Michoacán, recuerda la gente, las palabras, el trabajo, los caminos, los árboles, las aventuras, pero no recuerda el nombre de la niña que vivía en una casa con techo de cartón y su gato, aunque si recuerda a Rutilia y su casa salida de un cuento.
Hoy ella tiene 29, nadie la abofetea, tampoco se ha caído últimamente, ya no mancha su falda de rojo, ya no usa falda, los besos ya no son los primeros, aunque parezcan, ya no baila 5 horas seguidas, y el cansancio lo recuerda fácilmente, conoce su cuerpo mejor que aquellas primeras manos que algún día lo recorrieron, ya no se enamora a la primera y no llora por sus novios, y comprende las razones, toma mezcal sin que el mundo se le mueva bajo los pies, ahora camina firme, ya no solo recorre Michoacán y su gente sino todo el mundo y recuerda todas las palabras y a todas las personas.
Ahora hace ejercicio no tanto por diversión sino por respeto a su cuerpo, ya no come lo mismo por aquello de los triglicéridos y las grasas, el cuerpo perdió algo de la elasticidad de los 18 y en la Yoga no puede tocarse los oídos con las rodillas mientras respira profundamente.
Es verdad que el cuerpo tiene memoria, dice su mamá que hay que cuidarse, que la vida no es lo mismo a los 29 años y tiene toda la razón, ahora es mucho pero mucho mejor…
Que vengan los 30 …..
Ella tenía 17 cuando bailaba 5 horas seguidas y se presentó en un teatro lleno de gente, recuerda los aplausos y no recuerda el cansancio.
Ella tenía 22 años la primera vez que alguien recorrió su cuerpo, recuerda el olor, los ojos, las manos y el lugar, y aun recuerda las sensaciones.
Ella tenía 23 años la primera vez que se enamoró, y la primera vez que lloró por un novio, recuerda el lugar, las palabras, el llanto, las razones que nunca entendió pero que descubrió después.
Ella tenía 25 años cuando probó el mezcal, recuerda el sabor, la sensación, el lugar y no mucho las palabras.
Ella tenía 26 años cuando siguió a un Médico hasta su pueblo, recuerda el lugar, las estrellas, las palabras pero no recuerda por que se fue.
Ella tenía 28 cuando cruzó todo Michoacán, recuerda la gente, las palabras, el trabajo, los caminos, los árboles, las aventuras, pero no recuerda el nombre de la niña que vivía en una casa con techo de cartón y su gato, aunque si recuerda a Rutilia y su casa salida de un cuento.
Hoy ella tiene 29, nadie la abofetea, tampoco se ha caído últimamente, ya no mancha su falda de rojo, ya no usa falda, los besos ya no son los primeros, aunque parezcan, ya no baila 5 horas seguidas, y el cansancio lo recuerda fácilmente, conoce su cuerpo mejor que aquellas primeras manos que algún día lo recorrieron, ya no se enamora a la primera y no llora por sus novios, y comprende las razones, toma mezcal sin que el mundo se le mueva bajo los pies, ahora camina firme, ya no solo recorre Michoacán y su gente sino todo el mundo y recuerda todas las palabras y a todas las personas.
Ahora hace ejercicio no tanto por diversión sino por respeto a su cuerpo, ya no come lo mismo por aquello de los triglicéridos y las grasas, el cuerpo perdió algo de la elasticidad de los 18 y en la Yoga no puede tocarse los oídos con las rodillas mientras respira profundamente.
Es verdad que el cuerpo tiene memoria, dice su mamá que hay que cuidarse, que la vida no es lo mismo a los 29 años y tiene toda la razón, ahora es mucho pero mucho mejor…
Que vengan los 30 …..